jueves, 12 de abril de 2012

Capitulo 20!!!!! Tremendo ._.


Capitulo 20: El secreto del jardín de Andrómeda.
Abrimos la puerta, un grupo de fortachones vestidos de negro nos esperaban. La cerramos rápidamente y nos miramos los unos a los otros. Drebber suspiró, miró hacia abajo, sonrió y volvió a abrir la puerta. Todos nos alarmamos, no sabíamos lo que iba a hacer. Levantó la cabeza mientras que los otros se reían y corrió embistiéndolos. Todos salimos corriendo mientras que Drebber los apartaba para que no nos alcanzasen, sacrificando su libertad para garantizar la nuestra. Ya solo éramos cinco los que continuábamos el camino hacia nuestro hogar y un supuesto tesoro maya. Nos pasamos quince minutos escapando hasta que llegamos al fondo del pasillo. Una puerta de por lo menos tres metros de altura se alzaba ante nosotros. Nos bloqueamos al no saber cómo mover aquellos dos muros de madera. Al oír los pasos de nuestros perseguidores no lo pensamos dos veces y empujamos las puertas. Se abrieron poco a poco y nos fuimos colando uno a uno.
No nos dio tiempo a cerrarlas así que subimos por las escaleras de la torre a toda prisa. De repente Alice nos mandó parar:
-Quietos. Ya no se oyen los pasos.
-Es cierto, ¿Por qué habrán parado?-Dijo Flora-.
-Mejor dicho, ¿Por qué han empezado?-Respondió Raquel-.
-Eso no importa, ahora hay que llegar a lo más alto de la torre. ¿Qué hora es?-Pregunté-
-¡Vaya! Ya son las cinco de la mañana. Venga, Luke tiene razón, lo que importa es llegar para saber que hay ahí arriba. –Dijo Alice subiendo las escaleras-.
La estancia era idéntica a la de la primera torre en la que estuvimos. Solo que esta estaba mucho mejor iluminada. Mirando hacia arriba no se podía saber cuándo acabarían las escaleras. Llegando a los últimos tramos de escaleras Raquel dijo:
-¡Esperad! Cuando lleguemos ahí arriba solo un equipo se salvará, ¿Qué ocurrirá si llegamos dos grupos?
-No me lo había planteado, pero pase lo que vaya a pasar, será inevitable-Respondió Emmy-.
-Pues ¿A que esperamos para averiguarlo?-Dijo Alice agarrando el pomo de la puertecita más alta del castillo-.
Agarré a Flora de la mano temiéndome lo peor, la puerta se abrió descubriendo un pequeño habitáculo de pocos metros cuadrados en los que cabíamos todos, pero muy apretujados. Las paredes estaban llenas de apuntes, notas y operaciones matemáticas. Todas las hojas tenían de título “La vida eterna”. Por lo demás, el suelo estaba pintado con dibujos muy raros y esquemáticos, también había una caja de madera colgada del techo. De repente la puertecita por la que entramos se cerró y la voz empezó a sonar:
-Amigos ganadores, veo que habéis sido varios los equipos que habéis llegado hasta aquí. Me alegro. Habrá salvación para todos. Antes de nada, abrid la caja de madera.
Abrimos la caja y encontramos dos bengalas de socorro.
-Perfecto, salgamos de aquí. –Dijo Alice-
Intentó abrir la puerta pero esta se había quedado atrancada y ya no abría.
De nuevo, nuestro anfitrión dijo:
-En el techo tenéis un agujero tapado por una dura plancha de metal que no podéis mover, esa plancha desaparecerá para que podáis lanzar las bengalas cuando hayáis resuelto el enigma maya de la vida eterna y sus otros dos tesoros. Todos los papeles que hay delante de vosotros son mis investigaciones sobre el tema en cuestión. En el suelo está representado el pergamino maya que conduce al tesoro, esto es todo lo que tenéis para averiguar cómo llegar hasta él. Si no lo conseguís, no salís. Adelante.
Después de dejar de hablar, Emmy se llevó las manos a la cabeza y dijo:
-Ahora sí que se acabó. No hay nada que hacer.
-Venga, que no está todo perdido, podemos averiguar el secreto de la vida eterna. –Dijo Flora alegremente mientras que se apartaba del lugar que pisaba para ver la inscripciones-.
El pergamino se dividía en cuatro secciones. En una de ellas se encontraba una rosa, junto a una llave. En la siguiente una mujer con corona, junto a una llave prácticamente igual a la anterior. En el tercero un águila   con la llave. En la cuarta sección, más grande que las otras, se encontraba el dibujo de lo que parecía una cueva. En el interior de la cueva había una flor, igual que le primera que habíamos visto en el pergamino.
Alice miró a Emmy y le dijo:
-Emmy, ¿estás pensando lo mismo que yo?
-Creo que sí. ¡Tenemos la respuesta!-Gritó Emmy-.
Todos abrimos los ojos como platos y empezamos a preguntar, pero antes de que ella pudiera decir nada, la voz dijo:
-Increible, desde el primer momento supe que esta competición serviría. Os he estado preparando para esto. Los más fuertes que pudieran superar mis dos enigmas y la última prueba, serían los que sabrían resolver esto. Ahora dime, ¿donde se encuentra el tesoro?
-En la cueva que hay subiendo la montaña, debes escalar un poco llegando a la bifurcación. Ahora déjanos salir.-Dijo Emmy enfadada por haber sido utilizada-.
-Gracias. –Dijo nuestro secuestrador mientras que se abría la ventana del techo-.
-¿Entonces para que eran los enigmas?-Dijo Flora-.
-¿No lo has entendido? Los enigmas y los hombres de antes eran pruebas para comprobar que nosotros teníamos cualidades suficientes como para descubrir el misterio de la isla.-Le respondí decaído-.
-Pues yo no he sufrido tantos peligros para volver a casa con los mismos problemas que con los que llegué. ¡Quiero mi tesoro!-Insistió Flora abriendo la puerta y bajando las escaleras-.
Emmy y Raquel le siguieron mientras que Alice y yo recogíamos las bengalas para poder salir de la isla. En cuestión de media hora habíamos salido del castillo y ya corríamos siguiendo a Emmy hacia la salida de la cueva. Bajamos las escaleras de la cueva agarrándonos a Alice para no perdernos. Emmy apartó el cuerpo del hombre al que Alice mató en la cueva para que no lo viésemos. Esta vez nos guiábamos con la luz del teléfono de Raquel.
Encontré una de las hojas del diario del profesor en el suelo y empecé a leer después de que me explicaran lo que había ocurrido allí el día anterior. Seguimos el sonido de los pasos por el interior de la cueva hasta que nos encontramos con un callejón sin salida, alumbramos a la pared y vimos una flor que señalaba hacia la izquierda, así que decidimos ir hacia allí. Volvimos sobre nuestros pasos y encontramos otro callejón sin salida varios metros a la izquierda. Su flor también señalaba a la izquierda. Así seguimos buscando hasta que en uno de los últimos callejones vimos a alguien, le alumbramos y él se tapó la cara y se metió en la sala que tenía delante y de la que provenía una luz azulada. Le seguimos hasta que le pudimos ver bajo una gran cúpula de cristal translucido acariciando la hierba del campo que había allí. Sobre el crecían flores de todo tipo. Azules, amarillas, rojas, blancas y al fondo una flor artificial de oro, que mediría unos quince centímetros más o menos. El hombre que buscaba algo en el suelo llevaba un elegante traje rojo con una pajarita negra, tenía el pelo negro como la noche pero las puntas de un azul oscuro que le daban un toque de locura a su perfil. Su rostro era pálido y sus ojos verdes. Llevaba zapatos blancos que se estaban manchando al restregarse con la hierba. Se giró hacia nosotros y dijo:
-Hola, veo que también habéis conseguido llegar hasta aquí, aunque demasiado tarde para coger la rosa de la vida eterna. La primera de las llaves para conseguir el gran tesoro maya. Me presentaré, soy Allan Droi, historiador y catedrático suspendido desde hace dos años. Justo lo que llevo investigando esto.
Tras esto comenzó a escalar la pared de rocas hacia una claraboya que había en el techo. Alice agarró una piedra con la intención de repetir lo que había ocurrido en esa misma cueva el día anterior, pero Emmy le cogió de la mano y le hizo soltar la piedra. Acto seguido corrió a la pared y escaló agarrando el pie de Allan para que bajase, Raquel, Alice y Flora le acompañaron. Yo me quedé pensando y salí de la cueva rápidamente. Mientras que ellas le intentaban detener sin éxito yo me situaba sobre la claraboya. En unos segundos se abrió y pude ver la cara de Allan, que pasó de ser un signo de victoria a uno de fracaso. Le empujé hacia abajo para que callera. Cuando se recuperó de la caída vio la llave en manos de Flora, que la agitaba delante de él, así que abandonó la cueva porque ya no podía hacer nada más. Cuando se iba dijo:
-Esta llave es vuestra, pero os juro que la siguiente la conseguiré yo.
Tras semejante victoria nos abrazamos y miramos al exterior, donde ya había amanecido. Ahora tocaba salir de allí.

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